jueves, 4 de diciembre de 2014


VIAJE Y LLEGADA: “LOOKING FOR FUN AND FEELING GROOVY”

El viaje transcurrió sin incidentes, puntualidad, amabilidad y profesionalidad. Buen tiempo así que pusimos buenas caras. Además en el avión escojo (podía ser de otra manera?) la playlist de Simon and Garfunkel.

Felisa nos recogió en el aeropuerto y la emprendimos por la Sheak Zhayed, una calle de más de 70 Km con seis carriles que atraviesa Dubai de norte a sur. Edificios enormes, muchos rascacielos, se alzan a ambos lados sin solución de continuidad. Uno piensa en un bote lleno de lapiceros cuyas puntas miran hacia cielo entrecruzadas, en una especie de desorden que hace imposible distinguirlos unos de otros. Aquí una lista de algunos de los rascacielos (http://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Rascacielos_en_Dub%C3%A1i).  Apenas distinguimos algunos mas significativos que otros, y por supuesto la aguja del Burj Khalifa, que sobresale descaradamente sobre el resto. No hay aceras, no hay gente caminando por las calles, solo miles de vehículos rodando. Estamos ante una de esas ciudades pensadas por y para el tráfico rodado, como tantas otras que pueden verse en cuanto se sale de la vieja Europa.

La ciudad-estado es así, al este la costa y al oeste el desierto, la lengua se extiende hacia el sur desde la entrada de la ría, el Khar Dubayy, en cuyos alrededores se conocieron los primeros asentamientos y se forjaron las primeras rutas comerciales.  Inmediatamente comprobamos con nuestros ojos que era cierto aquello que leímos: Dubai es la ciudad con más grúas de construcción del mundo. La ciudad sigue viviendo de la promesa de su propia ampliación, incansablemente, obras y obreros en cualquier dirección a la que miremos. Y eso que, nos advierten, aterrizamos en día festivo, se celebra el 43 aniversario de la creación de los Emiratos Árabes Unidos, el final del protectorado británico, el día de la patria. “Celebrando 43 años haciendo lo imposible” reza un inmenso cartel con el rostro magnánimo y sonriente del jeque.

Los chavales se reencontraron como siempre, como si se vieran a menudo o como si hiciera poco que se habían visto. Ya estaban los cinco charlando, compartiendo juegos y cruzando bromas. Nuestros anfitriones viven en una bonita casa, impensable en nuestro entorno de Madrid, pero sencilla después de todo. A los primeros expatriados de la compañía les dieron casoplones espectaculares, estas últimas hornadas son más normales. El único problema es que la urbanización no está terminada, no hay aun piscina ni pistas deportivas ni zonas comunes de esparcimiento y entretenimiento. Y está lejos del aeropuerto, del centro, de los barrios con más vida social y comercial. Literalmente linda con el desierto, ese al que la lengua de la expansión sigue comiéndole terreno. Hoy por hoy es una especie de confín, tal vez pronto dejara de serlo. La acogida también literalmente como en casa. Descansamos un rato a pierna suelta.
PRIMER DÍA: OBSERVATORIO MICROECONÓMICO
La tarde la dedicamos a nuestro primer paseo por la ciudad, que resulta en un observatorio microeconómico, porque atravesaríamos la ciudad dejando de lado todos los rascacielos y las zonas más célebres de Dubai obviando los atractivos turísticos, comerciales y financieros. Serán para otro día.  Vamos hasta los orígenes geográficos de la ciudad (de nuevo la Shaek Zhayed, ahora de sur a norte) para llegar hasta el Creek y allí recorremos las dos orillas. Al sur “Bur Dubai” y al otro lado el barrio de Deira. En el primero han restaurado con gusto y sencillez un conjunto de casas antiguas, según la costumbre y la sencilla arquitectura bereber, plantas cuadradas de mampostería de adobe con piedras de coral sin apenas vanos al exterior, con grandes patios centrales al que desembocan todas las estancias de la casa. Al observarlas se hace tan evidente la influencia árabe en Andalucía, recuerdan tanto a los patios cordobeses. Probablemente el símbolo más característico de estas construcciones sean sus torres de viento, sistema artesanal para procurar corrientes de aire fresco en el interior de las casas que actualmente constituyen un símbolo de aquellas construcciones originarias.
 
 
Son tal vez una docena de manzanas restauradas, pero ya no como viviendas habituales sino dedicadas a la hostelería, a pequeños museos, a galerías de arte etc. Nos comentan que esta zona apenas tiene visitas ni atrae al ingente turismo que aterriza habitualmente en Dubai. Las calles están prácticamente desiertas y el paseo por ellas es como transportarse a otra época.
Allí somos conscientes de la enorme influencia persa en esta parte de la península arábiga, que se expresa en los talleres artesanos de iraníes en los que nos enseñan cómo se realizan cajas con huesos de camello y preciosos adornos en forma de platos y vasijas de cobre cuyo tratamiento remite a conocimiento milenario transmitido durante generaciones. Trabajo productivo, con las manos y la paciencia. Ya saliendo escuchamos por primera vez el llamado a la oración procedente de la próxima mezquita.
De ahí atravesamos el zoco de las telas, donde cuando nos quisimos darnos cuenta estaban cuatro de los chicos vestidos con las khanduras blancas  y sus correspondientes pañuelos rojos y blancos. Conseguimos sacarles de allí sin comprarlos y sin mayores problemas, la amabilidad y la atención de los comerciantes es destacable. Pashminas, telares, khanduras, abayas (los vestidos negros que utilizan las mujeres en contraste con la blancura de las khanduras masculinas) a buen precio y sin aglomeraciones.  Se trata de un zoco normal, nada que ver con los impresionantes y gigantescos malls que nos esperan los próximos días, hoy estamos rodeados de pequeños comerciantes, de cientos, miles de tiendecitas que se disputan el paso de los visitantes.
La sensación de barrio popular se multiplica definitivamente cuando tras atravesar el Creek en una de las barcas-taxis utilizadas por toda la población local desembarcamos en la zona más popular y tradicional del Dubai original, el barrio de Deira, donde recorremos el zoco del oro y el zoco de las especias.
 
De nuevo calles estrechas y laberínticas con tiendas minúsculas que sacan parte de sus productos a las calles y gente vendiendo en las mismas, ofreciendo cualquier cosa con insistencia y educación. Allí nos encontramos con el anillo de oro más grande del mundo, y paseamos entre olores de sándalo, aceites y todo tipo de especias.
 
 
Regresamos en el taxi y de ahí para casa. Deseando llegar para encontrarnos por fin con el culpable principal de nuestra estancia en Dubai. En su casa ya nos está esperando después de su jornada laboral. Allí abrazos, probamos su barbacoa, y en su jardín nos miramos continuamente alucinados con encontrarnos esta vez allí. ¿Quién lo hubiera dicho? Apenas nos dio para tratar de planificar lo que haríamos los días siguientes. Suerte que Felisa puso orden con su cuaderno.
Acabamos el largo día tarde, tan tarde que los chicos ya habían caído derrotados, en realidad para nosotros el día había empezado un día antes con la amanecida en Madrid, y cuando quisimos encontrar el ordenador para poneros al tanto de este nuestro primer día, resulta que no lo encontrábamos. No sabíamos si por causa de las tres horas de jet lag, o por los gin tonics. Tuvimos que acostarnos y por eso hemos tardado en contaros.
 
 
 

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