VIAJE Y
LLEGADA: “LOOKING FOR FUN AND FEELING GROOVY”
El viaje
transcurrió sin incidentes, puntualidad, amabilidad y profesionalidad. Buen
tiempo así que pusimos buenas caras. Además en el avión escojo (podía ser de
otra manera?) la playlist de Simon and Garfunkel.
Felisa nos recogió
en el aeropuerto y la emprendimos por la Sheak Zhayed, una calle de más de 70
Km con seis carriles que atraviesa Dubai de norte a sur. Edificios enormes,
muchos rascacielos, se alzan a ambos lados sin solución de continuidad. Uno
piensa en un bote lleno de lapiceros cuyas puntas miran hacia cielo
entrecruzadas, en una especie de desorden que hace imposible distinguirlos unos
de otros. Aquí una lista de algunos de los rascacielos (http://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Rascacielos_en_Dub%C3%A1i). Apenas distinguimos algunos mas significativos
que otros, y por supuesto la aguja del Burj Khalifa, que sobresale
descaradamente sobre el resto. No hay aceras, no hay gente caminando por las
calles, solo miles de vehículos rodando. Estamos ante una de esas ciudades
pensadas por y para el tráfico rodado, como tantas otras que pueden verse en
cuanto se sale de la vieja Europa.
La ciudad-estado
es así, al este la costa y al oeste el desierto, la lengua se extiende hacia el
sur desde la entrada de la ría, el Khar Dubayy, en cuyos alrededores se
conocieron los primeros asentamientos y se forjaron las primeras rutas
comerciales. Inmediatamente comprobamos
con nuestros ojos que era cierto aquello que leímos: Dubai es la ciudad con más
grúas de construcción del mundo. La ciudad sigue viviendo de la promesa de su
propia ampliación, incansablemente, obras y obreros en cualquier dirección a la
que miremos. Y eso que, nos advierten, aterrizamos en día festivo, se celebra
el 43 aniversario de la creación de los Emiratos Árabes Unidos, el final del
protectorado británico, el día de la patria. “Celebrando 43 años haciendo lo
imposible” reza un inmenso cartel con el rostro magnánimo y sonriente del jeque.
Los chavales se
reencontraron como siempre, como si se vieran a menudo o como si hiciera poco
que se habían visto. Ya estaban los cinco charlando, compartiendo juegos y
cruzando bromas. Nuestros anfitriones viven en una bonita casa, impensable en
nuestro entorno de Madrid, pero sencilla después de todo. A los primeros
expatriados de la compañía les dieron casoplones espectaculares, estas últimas
hornadas son más normales. El único problema es que la urbanización no está
terminada, no hay aun piscina ni pistas deportivas ni zonas comunes de
esparcimiento y entretenimiento. Y está lejos del aeropuerto, del centro, de
los barrios con más vida social y comercial. Literalmente linda con el
desierto, ese al que la lengua de la expansión sigue comiéndole terreno. Hoy
por hoy es una especie de confín, tal vez pronto dejara de serlo. La acogida
también literalmente como en casa. Descansamos un rato a pierna suelta.
PRIMER DÍA:
OBSERVATORIO MICROECONÓMICO
La tarde la
dedicamos a nuestro primer paseo por la ciudad, que resulta en un observatorio
microeconómico, porque atravesaríamos la ciudad dejando de lado todos los rascacielos
y las zonas más célebres de Dubai obviando los atractivos turísticos, comerciales
y financieros. Serán para otro día. Vamos hasta los orígenes geográficos de la
ciudad (de nuevo la Shaek Zhayed, ahora de sur a norte) para llegar hasta el
Creek y allí recorremos las dos orillas. Al sur “Bur Dubai” y al otro lado el
barrio de Deira. En el primero han restaurado con gusto y sencillez un conjunto
de casas antiguas, según la costumbre y la sencilla arquitectura bereber, plantas
cuadradas de mampostería de adobe con piedras de coral sin apenas vanos al
exterior, con grandes patios centrales al que desembocan todas las estancias de
la casa. Al observarlas se hace tan evidente la influencia árabe en Andalucía,
recuerdan tanto a los patios cordobeses. Probablemente el símbolo más característico
de estas construcciones sean sus torres de viento, sistema artesanal para
procurar corrientes de aire fresco en el interior de las casas que actualmente
constituyen un símbolo de aquellas construcciones originarias.
Son tal vez una
docena de manzanas restauradas, pero ya no como viviendas habituales sino
dedicadas a la hostelería, a pequeños museos, a galerías de arte etc. Nos
comentan que esta zona apenas tiene visitas ni atrae al ingente turismo que
aterriza habitualmente en Dubai. Las calles están prácticamente desiertas y el
paseo por ellas es como transportarse a otra época.
Allí somos
conscientes de la enorme influencia persa en esta parte de la península
arábiga, que se expresa en los talleres artesanos de iraníes en los que nos
enseñan cómo se realizan cajas con huesos de camello y preciosos adornos en
forma de platos y vasijas de cobre cuyo tratamiento remite a conocimiento
milenario transmitido durante generaciones. Trabajo productivo, con las manos y
la paciencia. Ya saliendo escuchamos por primera vez el llamado a la oración
procedente de la próxima mezquita.
De ahí
atravesamos el zoco de las telas, donde cuando nos quisimos darnos cuenta
estaban cuatro de los chicos vestidos con las khanduras blancas y sus correspondientes pañuelos rojos y
blancos. Conseguimos sacarles de allí sin comprarlos y sin mayores problemas,
la amabilidad y la atención de los comerciantes es destacable. Pashminas,
telares, khanduras, abayas (los vestidos negros que utilizan las mujeres en
contraste con la blancura de las khanduras masculinas) a buen precio y sin
aglomeraciones. Se trata de un zoco
normal, nada que ver con los impresionantes y gigantescos malls que nos esperan
los próximos días, hoy estamos rodeados de pequeños comerciantes, de cientos,
miles de tiendecitas que se disputan el paso de los visitantes.
La sensación de
barrio popular se multiplica definitivamente cuando tras atravesar el Creek en
una de las barcas-taxis utilizadas por toda la población local desembarcamos en
la zona más popular y tradicional del Dubai original, el barrio de Deira, donde
recorremos el zoco del oro y el zoco de las especias.
De nuevo calles estrechas
y laberínticas con tiendas minúsculas que sacan parte de sus productos a las
calles y gente vendiendo en las mismas, ofreciendo cualquier cosa con
insistencia y educación. Allí nos encontramos con el anillo de oro más grande
del mundo, y paseamos entre olores de sándalo, aceites y todo tipo de especias.
Regresamos en el
taxi y de ahí para casa. Deseando llegar para encontrarnos por fin con el
culpable principal de nuestra estancia en Dubai. En su casa ya nos está
esperando después de su jornada laboral. Allí abrazos, probamos su barbacoa, y
en su jardín nos miramos continuamente alucinados con encontrarnos esta vez
allí. ¿Quién lo hubiera dicho? Apenas nos dio para tratar de planificar lo que haríamos los días
siguientes. Suerte que Felisa puso orden con su cuaderno.
Acabamos el largo
día tarde, tan tarde que los chicos ya habían caído derrotados, en realidad
para nosotros el día había empezado un día antes con la amanecida en Madrid, y
cuando quisimos encontrar el ordenador para poneros al tanto de este nuestro
primer día, resulta que no lo encontrábamos. No sabíamos si por causa de las
tres horas de jet lag, o por los gin tonics. Tuvimos que acostarnos y por eso
hemos tardado en contaros.
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