jueves, 11 de diciembre de 2014

POSTCRIPTUM:

No os perdáis la entrada de Óscar en su blog, ayudándonos a digerir la visita con palabras...

http://elextrados.blogspot.fr/2014/12/noches-entre-las-mil-y-una.html

Besos

martes, 9 de diciembre de 2014

SEPTIMO DÍA: "I´M LEAVING, I´M LEAVING, BUT THE FIGHTER STILL REMAINS"

Despedida de los "molis" tempranera. Charlas ligeras de recapitulación de todo lo vivido juntos. Lo de menos es Dubai. Hemos estado literalmente "en casa", que ya sabemos que podría estar en cualquier lugar del mundo donde los brazos de nuestros anfitriones están abiertos rebosando generosidad.

Peleamos con los chavales que tratan de negar el final. Recogemos las maletas y dejamos sin poner el cañizo por falta de consenso. Tendremos que volver para ponerlo. El aeropuerto es un lugar inhóspito y frío, y la visión de los rascacielos desde el aire deja un poso ambivalente, como cuando uno se pega una comilona deliciosa y aún tiene toda la digestión por hacer. Miro a los chavales y sus rostros rebosan satisfacción, la que se acumula cuando la vida te regala gente querida que te quiere.

Volamos de regreso, y acudimos de nuevo a la playlist que nos ha acompañado toda la semana. Dejamos a los luchadores peleando por su futuro, como quien no hace nada, como quien no puede hacer otra cosa. La realidad espera al otro lado del salto, presionando urgente para hacerse un hueco, aunque ya sabemos que la realidad tiene una arista más de esas que se muestran apreciables e inolvidables, la de quienes saben que tienen un tesoro, aunque sea a miles de kilómetros en un lugar lleno de contradicciones.
SEXTO DÍA: "GOD ONLY KNOWS, GOD MAKES HIS PLAN"

Con los “molis” camino del colegio, los demás cogimos el coche para irnos a Abu Dabhi. De nuevo clavamos las previsiones horarias para estar en la Gran Mezquita las 10.00 AM que empezaba la primera de las visitas guiadas. Difícil describir con palabras el espectáculo visual y emocional que suscita esta gran obra arquitectónica. Sus 81 cúpulas y una blancura descomunal producida por el rebote de la luz del sol sobre sus fachadas de mármol, su perfecta simetría, su delicadeza y sobriedad en el exterior y sus exteriores con grandes piscinas de agua transmiten una calma y un recogimiento sensacionales.
 
La sala principal de oración en la que caben siete mil personas con la alfombra más grande del mundo, con su muro orientado a la mezquita en el que se reproducen las 99 formas de nombrar a Alá por sus cualidades, las paredes de mármol con incrustaciones de piedras nobles formando motivos florales y arabescos y las puertas de cristal de Murano. Sus centenares de columnas exteriores de marmol blanquísimo también con incrustaciones de piedras preciosas formando delicados motivos florales. Sabemos que la arquitectura se ha diseñado combinando los diferentes estilos y épocas del arte islámico, con una explícita intención integradora de los distintos periodos y culturas. Importante para una perspectiva occidental e ignorante como la nuestra, concebir y entender que el islam es mucho más que la media docena de estereotipos que tenemos habitualmente como referencia, que ofrece riqueza cultural, diversidad y pluralidad en el largo recorrido de su historia.




Apenas nos dió tiempo a pasear en el coche por Yas Marina, a la salida de Abu Dabhi camino de Dubai, donde está el circuito de fórmula uno, el parque de atracciones de Ferrari y el parque acuático más grande del mundo.
Ya de regreso en Dubai almorzamos comida india a petición de Samuel, que quería comprobar directamente cual era el acento inglés de los indios ("dida, dira, tumach mony madam..."). Otro lujo más con tandoori, curri y arroces en un paraje idílico en el Souk Madinat. Después los chicos se marcharon con Oscar al parque temático de Mordor, el único gratuito en Dubai, mientras Felisa, María del Mar y yo regresábamos en taxi a casa para descansar un rato antes de la fiesta final del viaje.






Y es que un vecino de Oscar, de profesión probador de cervezas, nos invitó a la fiesta sorpresa por el cumpleaños de su esposa. Allí pudimos departir, mayores y pequeños, con la fauna de expatriados en una agradable velada "plenty of food and drink".  La música corrió a cargo de los más listos del cole. Gracias a que al día siguiente era lectivo para los chavales y a que nosotros debíamos hacer las maletas para partir supimos ser prudentes y volver de forma bípeda, eso sí, a tomar el gin tonic en la terraza de Oscar. Que los ritos son los ritos. Además teníamos que discutir sobre cómo poner el cañizo en la misma, que para una cosa que nos pide Felisa...





lunes, 8 de diciembre de 2014


QUINTO DÍA: “I´D RATHER FEEL THE EARTH BENEATH MY FEET"

Conseguimos cumplir el horario previsto a pesar del madrugón y llegamos con tiempo de sobra a la base del Burj Khalifa. Sólo con dudas acerca del estado de consciencia de “moli-one” que no parecía seguir bien el hilo de las conversaciones. También conseguimos meternos los nueve en el mismo ascensor y esta vez María del Mar no se dedicó a los paseos verticales. Así que de repente nos encontramos en una terraza a gran altura con una panorámica de 360º. Para variar volvimos a tener toda la suerte y el día estaba despejado. Creo que aún no he mencionado la particularidad de la luz en este lugar. El cielo ha estado descubierto todos los días de nuestra visita, pero aún y cuando no hay nubes visibles se aprecia una especie de calima, como si se aplicara un ligero filtro translúcido a toda nuestra visión. Es por la arena del desierto que la supongo en suspensión permanente. Según dicen, tras tormentas de arena el filtro se oscurece y opaca, aunque nosotros hemos tenido todos los días tranquilos. Pues bien, desde lo alto del Burj Khalifa, curiosamente la claridad era mayor hacia el norte que hacia el sur. Hacia el norte podíamos observar incluso el skyline de los edificios del emirato contiguo a Dubai, Sharja. Sin embargo hacia el sur costaba distinguir los edificios de la Marina o la propia Palm Jumeirah, sobre todo al principio, porque en la hora escasa que estuvimos arriba se fue despejando. Se aprecia una vista de la ciudad espectacular, esa en la que el conjunto de rascacielos del Down Town (tampoco he hablado de la querencia de esta gente por denominar a sus barrios con los nombres bien conocidos de otras mega urbes) se ven desde arriba y parecen edificios pequeños, o la visión de las filas de coches que parecen de juguete.
 

Impresionante la velocidad del ascensor que en poco más de un minuto asciende los 120 pisos. También impresionantes las imágenes de la construcción en todas sus fases de la exposición que decora los pasillos de acceso.

 
Después paseamos un rato por el Dubai Mall, dejando a los chicos que se autogestionaran un aperitivo mientras nosotros disfrutamos de un café en la terraza de la tarde anterior. Por supuesto, como no podía ser de otra manera en el centro comercial más grande del mundo, Dieguete –elchicomasfuertedelcolegio- nos llamó para decirnos que Samuel y Nacho se habían perdido. Como tardamos casi veinte minutos en llegar donde estaban, ya habían regresado. No se habían perdido, sino que los cinco habían estado entrando en las tiendas de Chanel, Gucci etc… a ver quién encontraba el artículo con el precio más desorbitado.

Almuerzo en casa y por la tarde noche paseo por el Jumeirah Beach Residence en la Marina, con su paseo marítimo y multitud de restaurantes de todo tipo. Curiosa zona de playa dedicada al ocio y rodeada de los rascacielos con los mejores hoteles (Sheraton, Hilton, etc…) y con gran cantidad de edificios de apartamentos de todo tipo. A Felisa le gusta la Marina.

Regresamos a hora prudencial, no sólo por el madrugón con que empezó el día, sino porque al día siguiente los “molis” tenían que ir al colegio. No es que en Dubai sólo tengan clase un día a la semana, es que coincidieron los días festivos de la independencia con el fin de semana, a los que se sumó el domingo extra por causa de nuestra visita.

domingo, 7 de diciembre de 2014


CUARTO DÍA: “STILL CRAZY AFTER ALL THESE YEARS”

Amanecemos aún con el buen sabor del recuerdo de la visita al desierto. Tarde pero satisfechos. Casi sería mediodía cuando salimos de casa.





 

Atravesamos de nuevo la ciudad para ir al barrio de Al Karama, donde se encuentran decenas de tiendas con especializadas en todo tipo de objetos copiados. Ropa, bolsos, material deportivo, relojes, gafas de sol y muchas otras cosas de marcas mundialmente conocidas pero falsificados, copias de alguna forma ilegal de todo tipo de cosas. Cada vez que he visto en Madrid a vendedores ambulantes con estas falsificaciones tan conseguidas y a precios tan irrisorios me pregunto cómo funciona este negocio. Aún sigo sin saberlo, pero sorprenden varias decenas de tiendas ofreciéndote cualquier cosa. Supongo que a las grandes empresas propietarias de estas marcas no les gustará demasiado que existan este tipo de establecimientos, pero el hecho de que existan de forma tan pública y consentida me confunde. Al fin y al cabo, pienso, lo que guía este tipo de consumo no es más que tratar de conseguir obtener objetos reconocibles por sus marcas a precios mucho más bajos ¿no se trata de un mercado paralelo al fin y al cabo?

El problema es que nos habían advertido de que había que regatear hasta conseguir la mitad del primer precio. Los “moli men” se quedaron en casa estudiando y Felisa nos acompañó. Apenas nos detuvimos a comprar unos detalles y unas deportivas para los chavales, pero las habilidades en el regateo cuando uno no sabe lo que realmente debe pagar ni lo vive como un apasionante juego son limitadas. Con más dudas que certezas nos conformamos con pagar lo que en Madrid sería un precio-chollo sin estar seguros de nada más. Como salimos tarde, tardamos en encontrar el lugar y allí nos entretuvimos nos dieron las cuatro de la tarde sin haber comido. Del mercado de las copias fuimos al “mayor centro comercial del mundo”, el Dubai Mall, donde todas las marcas tienen sus mejores tiendas y productos. Y decir “todas” no parece una exageración. Creo que podrían sortear un buen premio a quien fuera capaz de decir un objeto que no pudiera comprarse allí. Un centro comercial mastodóntico, donde el ticket que te ofrecen cuando aparcas, no es para abonarlo (allí es gratis) sino para indicarte en qué lugar has aparcado, de tan fácil que es allí perderse tratando de buscar tu coche.

Nuestro propósito no es comprar. Queremos comer algo rápido, dar un paseo para saciar la curiosidad y ver el espectáculo de música y agua famoso en el pequeño lago artificial que franquea el centro comercial por su extremo este. Se trata de una amplia terraza justo en la base del Burj Khalifa, el edificio más alto del mundo con 828 metros. Al menos hasta que en los dos próximos años finalicen el proyecto siguiente, que los superaría según está proyectado. Los espectáculos que vimos fueron bonitos, el primero de música tradicional árabe cuya coreografía recordaba tanto las danzas típicas como las curvas y movimientos que sugieren la caligrafía árabe. El segundo, más escueto y recio, con el himno nacional de los Emiratos Árabes.

 




El centro comercial es lugar de reunión y de paseo de mucha gente. Estuvimos un buen rato esperando la llegada de los “molis” en la puerta, que se convierte en una especia de pasarela de vehículos de lujo, donde la ostentación parece una virtud a juzgar por la naturalidad con que la gente convive con ella, motores potentísimos avanzando a una lentitud contradictoria, casi como contoneándose ante las miradas y los móviles que tratan de retenerlos en sus electrónicas retinas. No estoy seguro de si suscitan más admiración o envidia, si es que ambas cosas son fácilmente discernibles. A mí me parece estar viendo una película del absurdo, surrealista e incomprensible.


Miles y miles de peatones, entrando y saliendo constantemente de aquella gigantesca puerta, en sábado por la tarde o sea en horario festivo de máxima ocupación. Muchas personas con las vestimentas locales, muchos de ellos con mujeres que les siguen permanentemente a una distancia de cinco o diez pasos, vestidas con sencillas ropas occidentales pero con mangas largas en pantalones y sudaderas a pesar del calor asfixiante, la mayoría de raza india u oriental. Las que salen cargadas con las bolsas de las compras, las que entran con las manos aún vacías y la mirada baja. Nos cuentan algunas cosas respecto de este personal de “servicio” que nos escandalizan, no sólo de locales, también en algunos casos de expatriados que encuentran en el maltrato y las vejaciones una costumbre adquirible, tal vez porque su poder adquisitivo parece igualarles. Existe esa élite global de la que hablan muchos sociólogos, aquí explícitamente visible. Dubai es un gigantesco mercado para sus finanzas y para sus negocios, y el Dubai Mall parece el lugar adecuado para sus caprichos.
 
 

Cartier, Dolce Gabana, Louis Vuiton, Dior, Yves Sant Laurent... infinidad de esas marcas (no se me ocurrió ninguna que no encontrara en el directorio) tienen aquí enormes tiendas con espectaculares escaparates y elegantes dependientes. Dentro del centro comercial están las Galerías Lafayette y también Bloomendale´s, una pista de hielo, un gigantesco acuario una de cuyas piscinas se muestra como entretenimiento en uno de los pasillos donde uno puede hacer un respiro entre tienda y tienda observando tiburones, rayas y cientos de peces yendo de un lado a otro. Entre lo que no vimos nos hablan de un parque con atracciones, un simulador de vuelo de la compañía aérea local y otras muchas cosas. Sí vimos los últimos modelos de Iphone con carcasas fabricadas en oro puro y brillantes.

Regresamos a casa. Nos dividimos y algunos pudimos regresar en el metro, que también pasa por ser el metro más moderno del mundo, aunque no sé explicar el porqué de esta denominación, algo dicen sobre que no lleva conductores, pero no sé. 29 minutos de trayecto para recorrer 13 estaciones de un metro nuevo y confortable. Descaradamente limpio como todos estos espacios públicos (en el centro comercial, tras muchas de las enormes puertas giratorias y correderas, todas de cristal, encontramos personal con el uniforme del centro con una gamuza en la mano que se preocupa de pasarla y mantener las puertas impolutas constantemente). Cogimos billetes de clase “regular”, existe también la “Gold class” que tienen vagones reservados en cada convoy. Se trata de un metro cuyas estaciones están diseñadas por Norman Foster, creo, y cuyo trayecto se suspende elevado una decena de metros sobre nuestra famosa Sheak Zhayed acompañándola en gran parte de su travesía de la ciudad. Las estaciones recuerdan a los caparazones de algunos insectos. Ofrece otra visión del atestado tráfico de esta ciudad permanentemente en construcción. El desafío de las infraestructuras para más de dos millones de habitantes en una ciudad pensada para transitarla en vehículo privado parece descomunal. El metro no va ni mucho menos atestado, pero lleva una considerable ocupación. Al llegar a nuestro destino, la parada del centro comercial Ibn Batuta (Óscar vendría a recogernos allí, puesto que la urbanización aún está a otros 10 minutos en coche) veo por primera vez autobuses públicos de línea, distribuidos en varios andenes recogiendo a gran parte de quienes vinieron con nosotros en metro.
 

El litro de gasolina cuesta 1,70 Dirham (0,35 euros aprox.) pero los depósitos se vacían con celeridad: las enormes distancias, la obligación de realizar muchos trayectos cotidianos en vehículo, el predominio de vehículos de alta gama y todoterrenos así como la práctica inexistencia de vehículos diésel (me dicen que apenas hay dos surtidores de gasóleo en toda la ciudad) hacen que estemos ante un elevadísimo consumo de gasolina por habitante. En el supermercado nos colocan las compras en bolsas de plástico sin cargo ni límite alguno como se hacía en nuestro país hasta hace bien poco. Tampoco existen facilidades para el reciclaje ni la separación de residuos domésticos. Pienso que tal vez la inmensidad del desierto y la sensación de “milagro” al haber conseguido reproducir y superar los espectaculares logros arquitectónicos y de consumo de las grandes urbes, hace que aquí parezcan estar lejísimos de cualquier consciencia sobre la finitud de nuestros recursos y de las consecuencias que esto tiene para la supervivencia de nuestra especie. En esto me parece estar en uno de los países más atrasados del mundo.

Cenamos algo ligero en casa después de disfrutar de la preparación colectiva tanto de la cena como de la comida del día siguiente. Todo con la música de fondo de S&G en aquel directo del Central Park neoyorquino hace más de 35 años. “Still crazy after all these years…” pienso que no sólo se refiere a nosotros que nos encontramos aquí, sino a toda la humanidad.

Gin tonics, y a la cama. Que mañana toca madrugar porque subiremos al piso 120 del Burj Khalifa.
 

sábado, 6 de diciembre de 2014


TERCER DÍA:  “AND THE MOON ROSE OVER AN OPEN FIELD”

A la tercera fue la vencida y conseguimos ponernos en marcha lo suficientemente temprano para lo que sería un día lleno de aventuras y experiencias. Comenzamos por una visita a los alrededores del Burj Al Arab, según nos dicen el único hotel de 7 estrellas del mundo, que se erige sobre una isla artificial con su original perfil que recuerda a una vela desplegada. Aunque aún era temprano el sol apretaba con fuerza y el reflejo sobre la arena blanca apenas permitía tener los ojos abiertos. Intentamos entrar en el recinto con nuestro vehículo pero parece que no había descuentos para familias numerosísimas… Así que nos conformamos con un agradable paseo por el Souk Madinat, un cuidado centro comercial construido manteniendo el tipo de construcciones y callejones propios de los zocos tradicionales. Es decir, todo como el primer día pero un poco de cartón piedra. Multitud de restaurantes y tiendas a la orilla de un bucólico lago artificial, al otro lado del cual se aprecian las habitaciones de un precioso hotel. De ahí de nuevo al coche y fuimos hasta el hotel Marriot Dubai, justo frente a la playa del día anterior con el objeto de subir al mirador del piso 52. Mar se entretuvo en el ascensor y se le cerraron las puertas lo que le tuvo un rato viajando en vertical por el edificio, aunque al final pudo llegar a observar la vista desde las alturas de la Palm Jumeira, esa isleta artificial con forma de palmera plagada de urbanizaciones y coronada en su extremo por el hotel Atlantis, hasta allí fuimos y nos detuvimos un rato frente al malecón que daba al Golfo.



 
 
Para cumplir el plan establecido en el cuaderno de Felisa (por cierto, a estas alturas ya había desaparecido y sigue en paradero desconocido) había que comer algo rápido y ligero para salir a pasar la tarde en el desierto. Así que cerca de casa, nos tomamos unos kebabs y cargamos el coche con toda celeridad. Tanta que por poco dejamos la carne para la barbacoa en la nevera y nadie nos acordamos de coger la sal.

Apenas 60 Km hacia el sur por una carretera jalonada durante los primeros tramos a ambos lados por más construcciones de grandes urbanizaciones, uno piensa hasta dónde llegarán los planes de ampliación del número de habitantes, o si se tratará más bien de esa compulsiva forma de hacer negocio con el ladrillo que tan familiar nos resulta. Pronto alcanzamos la puerta del desierto, una última rotonda y estamos en una pista aún asfaltada desde la que se extienden mares de dunas hasta el horizonte. Aún nos adentramos hasta encontrar un lugar que resultó ser magnífico. Las sensaciones son indescriptibles, dan tantas ganas de subir y bajar dunas corriendo o rodando como quedarse quieto a escuchar los “sounds of silence”. Tratamos de reunir suficiente leña seca de los escasos cuatro árboles que nuestra vista alcanzan y nos preparamos para el acontecimiento. Desde la duna más elevada observamos extasiados la puesta de sol mientras que a nuestra espalda la luna casi llena comienza a elevarse.

Después música, fogata, y por fin a estrenar las barbacoas portátiles de un solo uso que Oscar había conseguido. Aunque el sol ya se había puesto, la imagen del desierto con la claridad de la luna iluminaba nuestro improvisado campamento con generosidad. No fuimos capaces de hacer funcionar las barbacoas, apenas logramos asar unos sawharma y unas salchichas, rebozadas de arena gracias a que los chavales no sabían estarse quietos. Daba igual, guardamos la mejor carne para otra ocasión y allí nos quedamos contemplando la inmensidad, recorriendo una y otra vez aquellas dunas y comprobando la agilidad de los chicos en sus saltos y en sus carreras por aquél sube-baja de arena fina, móvil, inmensa.
 

Ya tarde decidimos que era hora de regresar, pero el coche había decidido quedarse allí mismo donde le habíamos dejado, junto a la duna. Las ruedas patinaban y rodando sobre la fina arena se enterraban sin conseguir que avanzaran una pulgada. Momentos de preocupación y tensión. Finalmente utilizamos las sillas plegables para calzar las ruedas y conseguimos desenterrarlo y salir con otra aventura en la mochila.

No perdonamos nada, aún maravillados con lo que habíamos visto, volvimos a la barbacoa del jardín de Oscar y liquidamos aquellos lomos de carne sudafricana y australiana que supieron a gloria ya pasada la medianoche. Día completo.

viernes, 5 de diciembre de 2014


SEGUNDO DÍA: “CAN YOU IMAGINE US YEARS FROM TODAY?”

Pues sí, se puede beber alcohol en Dubai. Al menos en casa de Oscar, porque él tiene el “carnet de borracho” como dicen los chavales. Un documento que le autoriza a comprar bebidas alcohólicas en los pocos establecimientos habilitados. A la noche iríamos a uno buscando una botella de ron, pero cerraba a las 21h y ya era más tarde, la puerta recordaba a aquellas salas de cine X que en los años ochenta se pusieron de moda, sin escaparates ni exhibiciones exteriores y varios carteles advirtiendo de las restricciones.

El segundo día sería de playa, acudimos a uno de los numerosos clubes privados en La Marina, donde los grandes edificios de apartamentos se suceden y se agolpan sobre un canal y a lo largo de la costa, donde muchos “famosos” tienen su residencia (al menos la fiscal).

Allí bebimos cervezas, patéticamente sentados frente a la barra de la piscina, con la línea del agua sobre nuestras barrigas, rodeados por una panda de británicos de esos que se lo toman como si no hubiera mañana. Gracias que las conversaciones dan al menos para ponernos al día tanto como para recordar viejos tiempos. Los chavales se bañaron sin piedad, en la piscina y en la playa contigua.  Los mayores casi hasta reventar el jacuzzi y los pequeños tratando de agotar la paciencia de los miembros de seguridad.

 
 
Poco más. Descansamos, disfrutaron y volvimos muchas veces la espalda al mar para observar el impresionante paisaje de edificios...

 

A la salida del ostentoso hotel en el que se encontraba el club montamos el espectáculo ante los aparcacoches y demás empleados… los nueve en un vehículo y un asiento rebelde que no se mantenía en posición nos puso de los nervios, hasta que “moli one” siguió las complejas instrucciones de Óscar: “no lo toques”. Regreso a casa con la intención de salir a pasear por otra zona que finalmente derivó en una tranquila cena en casa. Previamente fuimos al mall más cercano, el “Ibn Batuta”, a comprobar el tamaño mastodóntico que aquí se dedica al culto de comprar. Y no eran ni el Dubai Mall (el más grande del mundo) ni el Mall of the Emirates que pasa por ser el tercero en tamaño.

Llama la atención las muchísimas personas que trabajan para los servicios en torno a los impresionantes hoteles, clubes, restaurantes, etc… miríadas de personas pendientes del servicio de quienes los utilizamos. Los costes salariales deben ser bajos por fuerza. En los recorridos por las calles de la ciudad, siempre en coche, a menudo se observan autobuses y microbuses que llaman la atención por su antigüedad y su ausencia de aire acondicionado, son los transportes de los trabajadores de la construcción, que deben ser de los más numerosos a juzgar por la fiebre constructora evidente se mire a donde se mire, y los peor tratados en sus condiciones según cuentan numerosos informes de organizaciones internacionales. Apenas hace un decenio que se empezaron a permitir organizaciones sindicales, aún limitadísimas en su capacidad de representación, completamente inútiles como interlocutores para la negociación.

Uno no puede dejar de pensar constantemente cómo se vive en un territorio donde las libertades civiles y políticas más elementales brillan por su ausencia, al menos en lo que a nuestra perspectiva occidental se refiere. Nos enteramos por ejemplo que aquí las cónyuges de los expatriados que tienen visado de trabajo deben ser “esponsorizadas” por sus respectivos maridos, lo que se traduce en que necesitan permisos explícitos de estos para múltiples cuestiones que no pueden considerarse sino como derechos fundamentales de las personas. También nos cuentan que existen numerosos mecanismos, más o menos oficiales, por los que se controlan y se cuidan muchas costumbres. Son habituales los carteles en las entradas de los establecimientos en los que se indica la obligación de vestir ropa adecuada y la prohibición de mantener comportamientos explícitamente efusivos en público. Cualquiera puede denunciar a cualquier persona por lo que considere un comportamiento inadecuado.

Aun así, Dubai pasa por ser el lugar con mayor relajación de costumbres desde la perspectiva del Islam en toda la zona, me imagino que desde otros países y emiratos de la península se le considera una especie de hijo joven, acelerado y algo descarriado. La vida aquí para un occidental no resulta excesivamente incómoda desde el punto de vista de la aceptación de las costumbres. Sin duda mucho más para las mujeres, pero la situación, así nos dicen, es mucho más llevadera que en aquellos otros lugares.

Estos días posteriores a la celebración de la independencia llaman la atención la cantidad de banderas en las casas y en los edificios, en muchísimos vehículos decoraciones con los rostros de los jeques y los colores de los emiratos. Proselitismo popular y nacionalismo explícito y al parecer orgulloso. Desde la piscina nos sorprendió un espectáculo aéreo de siete aviones (uno por emirato) que estuvieron cerca de un cuarto de hora realizando acrobacias sobre la playa desprendiendo los colores nacionales.
 

 
Este no deja de ser un lugar de emigración, apenas el 17% de la población es autóctona, destacan las colonias de indios y pakistaníes, y otras también importantes tanto procedentes del cuerno de África como del oriente más lejano, como filipinos y malayos. Es relativamente habitual toparse con enormes séquitos de “locales”, todos con sus inmaculadas “khanduras” y ellas con sus “abayas” negras, miembros más o menos cercanos de la familia del jeque. En su porte, en sus miradas y en sus gestos se puede apreciar que se mueven por un territorio que les pertenece.

jueves, 4 de diciembre de 2014


VIAJE Y LLEGADA: “LOOKING FOR FUN AND FEELING GROOVY”

El viaje transcurrió sin incidentes, puntualidad, amabilidad y profesionalidad. Buen tiempo así que pusimos buenas caras. Además en el avión escojo (podía ser de otra manera?) la playlist de Simon and Garfunkel.

Felisa nos recogió en el aeropuerto y la emprendimos por la Sheak Zhayed, una calle de más de 70 Km con seis carriles que atraviesa Dubai de norte a sur. Edificios enormes, muchos rascacielos, se alzan a ambos lados sin solución de continuidad. Uno piensa en un bote lleno de lapiceros cuyas puntas miran hacia cielo entrecruzadas, en una especie de desorden que hace imposible distinguirlos unos de otros. Aquí una lista de algunos de los rascacielos (http://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Rascacielos_en_Dub%C3%A1i).  Apenas distinguimos algunos mas significativos que otros, y por supuesto la aguja del Burj Khalifa, que sobresale descaradamente sobre el resto. No hay aceras, no hay gente caminando por las calles, solo miles de vehículos rodando. Estamos ante una de esas ciudades pensadas por y para el tráfico rodado, como tantas otras que pueden verse en cuanto se sale de la vieja Europa.

La ciudad-estado es así, al este la costa y al oeste el desierto, la lengua se extiende hacia el sur desde la entrada de la ría, el Khar Dubayy, en cuyos alrededores se conocieron los primeros asentamientos y se forjaron las primeras rutas comerciales.  Inmediatamente comprobamos con nuestros ojos que era cierto aquello que leímos: Dubai es la ciudad con más grúas de construcción del mundo. La ciudad sigue viviendo de la promesa de su propia ampliación, incansablemente, obras y obreros en cualquier dirección a la que miremos. Y eso que, nos advierten, aterrizamos en día festivo, se celebra el 43 aniversario de la creación de los Emiratos Árabes Unidos, el final del protectorado británico, el día de la patria. “Celebrando 43 años haciendo lo imposible” reza un inmenso cartel con el rostro magnánimo y sonriente del jeque.

Los chavales se reencontraron como siempre, como si se vieran a menudo o como si hiciera poco que se habían visto. Ya estaban los cinco charlando, compartiendo juegos y cruzando bromas. Nuestros anfitriones viven en una bonita casa, impensable en nuestro entorno de Madrid, pero sencilla después de todo. A los primeros expatriados de la compañía les dieron casoplones espectaculares, estas últimas hornadas son más normales. El único problema es que la urbanización no está terminada, no hay aun piscina ni pistas deportivas ni zonas comunes de esparcimiento y entretenimiento. Y está lejos del aeropuerto, del centro, de los barrios con más vida social y comercial. Literalmente linda con el desierto, ese al que la lengua de la expansión sigue comiéndole terreno. Hoy por hoy es una especie de confín, tal vez pronto dejara de serlo. La acogida también literalmente como en casa. Descansamos un rato a pierna suelta.
PRIMER DÍA: OBSERVATORIO MICROECONÓMICO
La tarde la dedicamos a nuestro primer paseo por la ciudad, que resulta en un observatorio microeconómico, porque atravesaríamos la ciudad dejando de lado todos los rascacielos y las zonas más célebres de Dubai obviando los atractivos turísticos, comerciales y financieros. Serán para otro día.  Vamos hasta los orígenes geográficos de la ciudad (de nuevo la Shaek Zhayed, ahora de sur a norte) para llegar hasta el Creek y allí recorremos las dos orillas. Al sur “Bur Dubai” y al otro lado el barrio de Deira. En el primero han restaurado con gusto y sencillez un conjunto de casas antiguas, según la costumbre y la sencilla arquitectura bereber, plantas cuadradas de mampostería de adobe con piedras de coral sin apenas vanos al exterior, con grandes patios centrales al que desembocan todas las estancias de la casa. Al observarlas se hace tan evidente la influencia árabe en Andalucía, recuerdan tanto a los patios cordobeses. Probablemente el símbolo más característico de estas construcciones sean sus torres de viento, sistema artesanal para procurar corrientes de aire fresco en el interior de las casas que actualmente constituyen un símbolo de aquellas construcciones originarias.
 
 
Son tal vez una docena de manzanas restauradas, pero ya no como viviendas habituales sino dedicadas a la hostelería, a pequeños museos, a galerías de arte etc. Nos comentan que esta zona apenas tiene visitas ni atrae al ingente turismo que aterriza habitualmente en Dubai. Las calles están prácticamente desiertas y el paseo por ellas es como transportarse a otra época.
Allí somos conscientes de la enorme influencia persa en esta parte de la península arábiga, que se expresa en los talleres artesanos de iraníes en los que nos enseñan cómo se realizan cajas con huesos de camello y preciosos adornos en forma de platos y vasijas de cobre cuyo tratamiento remite a conocimiento milenario transmitido durante generaciones. Trabajo productivo, con las manos y la paciencia. Ya saliendo escuchamos por primera vez el llamado a la oración procedente de la próxima mezquita.
De ahí atravesamos el zoco de las telas, donde cuando nos quisimos darnos cuenta estaban cuatro de los chicos vestidos con las khanduras blancas  y sus correspondientes pañuelos rojos y blancos. Conseguimos sacarles de allí sin comprarlos y sin mayores problemas, la amabilidad y la atención de los comerciantes es destacable. Pashminas, telares, khanduras, abayas (los vestidos negros que utilizan las mujeres en contraste con la blancura de las khanduras masculinas) a buen precio y sin aglomeraciones.  Se trata de un zoco normal, nada que ver con los impresionantes y gigantescos malls que nos esperan los próximos días, hoy estamos rodeados de pequeños comerciantes, de cientos, miles de tiendecitas que se disputan el paso de los visitantes.
La sensación de barrio popular se multiplica definitivamente cuando tras atravesar el Creek en una de las barcas-taxis utilizadas por toda la población local desembarcamos en la zona más popular y tradicional del Dubai original, el barrio de Deira, donde recorremos el zoco del oro y el zoco de las especias.
 
De nuevo calles estrechas y laberínticas con tiendas minúsculas que sacan parte de sus productos a las calles y gente vendiendo en las mismas, ofreciendo cualquier cosa con insistencia y educación. Allí nos encontramos con el anillo de oro más grande del mundo, y paseamos entre olores de sándalo, aceites y todo tipo de especias.
 
 
Regresamos en el taxi y de ahí para casa. Deseando llegar para encontrarnos por fin con el culpable principal de nuestra estancia en Dubai. En su casa ya nos está esperando después de su jornada laboral. Allí abrazos, probamos su barbacoa, y en su jardín nos miramos continuamente alucinados con encontrarnos esta vez allí. ¿Quién lo hubiera dicho? Apenas nos dio para tratar de planificar lo que haríamos los días siguientes. Suerte que Felisa puso orden con su cuaderno.
Acabamos el largo día tarde, tan tarde que los chicos ya habían caído derrotados, en realidad para nosotros el día había empezado un día antes con la amanecida en Madrid, y cuando quisimos encontrar el ordenador para poneros al tanto de este nuestro primer día, resulta que no lo encontrábamos. No sabíamos si por causa de las tres horas de jet lag, o por los gin tonics. Tuvimos que acostarnos y por eso hemos tardado en contaros.
 
 
 

martes, 2 de diciembre de 2014

¿SIMON AND GARFUNKEL EN EL DESIERTO DE ARABIA?

¿Cómo es posible que esté a punto de pasar una semana con mi familia en Dubai? ¿Uno de los lugares del mundo que se ponen de ejemplo por su constante y elevado crecimiento económico, junto con Singapur y Hong Kong, aunque sus condiciones democráticas no sean precisamente las mejores? ¿Uno de esos lugares que "parecen el futuro" por sus espectaculares construcciones?

Hay quien me ha preguntado cuando dije que iríamos a Dubai: ¿Te has pasado al lado oscuro? ¿No sabes que es el lugar con más consumo de agua y más emisiones de CO2 per cápita de todo el planeta? ¿Es que estás metido en la repentina caída del precio del petróleo de los últimos cuatro meses? ¿Es que vas a explorar las posibilidades de fundar un sindicato entre los maltratados trabajadores de la construcción?

En fin, iremos desvelando el verdadero motivo del viaje, para darle emoción. De momento iremos contando lo que vamos viendo y pensando. Estos días previos, me preocupaba más que nada que los chavales fueran conscientes del privilegio que tenemos sólo por disponer de esta oportunidad. Que supieran algo de Dubai, también al menos de alguna de sus principales contradicciones... les preparé esta breve y chapucera presentación que os dejo aquí....
https://prezi.com/gsvekw3jrxhw/nos-acercamos-a-dubai/