SEGUNDO
DÍA: “CAN YOU IMAGINE US YEARS FROM TODAY?”
Pues sí, se puede beber alcohol en Dubai. Al menos en casa
de Oscar, porque él tiene el “carnet de borracho” como dicen los chavales. Un
documento que le autoriza a comprar bebidas alcohólicas en los pocos
establecimientos habilitados. A la noche iríamos a uno buscando una botella de
ron, pero cerraba a las 21h y ya era más tarde, la puerta recordaba a aquellas
salas de cine X que en los años ochenta se pusieron de moda, sin escaparates ni
exhibiciones exteriores y varios carteles advirtiendo de las restricciones.
El segundo día sería de playa, acudimos a uno de los
numerosos clubes privados en La Marina, donde los grandes edificios de
apartamentos se suceden y se agolpan sobre un canal y a lo largo de la costa,
donde muchos “famosos” tienen su residencia (al menos la fiscal).
Allí bebimos cervezas, patéticamente sentados frente a la
barra de la piscina, con la línea del agua sobre nuestras barrigas, rodeados
por una panda de británicos de esos que se lo toman como si no hubiera mañana.
Gracias que las conversaciones dan al menos para ponernos al día tanto como
para recordar viejos tiempos. Los chavales se bañaron sin piedad, en la piscina
y en la playa contigua. Los mayores casi hasta reventar el jacuzzi y los pequeños tratando de agotar la paciencia de los miembros de seguridad.
Poco más. Descansamos, disfrutaron y volvimos muchas veces la espalda al mar para observar el impresionante paisaje de edificios...
A la salida del ostentoso hotel en el que se encontraba el
club montamos el espectáculo ante los aparcacoches y demás empleados… los nueve
en un vehículo y un asiento rebelde que no se mantenía en posición nos puso de
los nervios, hasta que “moli one” siguió las complejas instrucciones de Óscar: “no
lo toques”. Regreso a casa con la intención de salir a pasear por otra zona que
finalmente derivó en una tranquila cena en casa. Previamente fuimos al mall más
cercano, el “Ibn Batuta”, a comprobar el tamaño mastodóntico que aquí se dedica
al culto de comprar. Y no eran ni el Dubai Mall (el más grande del mundo) ni el
Mall of the Emirates que pasa por ser el tercero en tamaño.
Llama la atención las muchísimas personas que trabajan para
los servicios en torno a los impresionantes hoteles, clubes, restaurantes, etc…
miríadas de personas pendientes del servicio de quienes los utilizamos. Los
costes salariales deben ser bajos por fuerza. En los recorridos por las calles
de la ciudad, siempre en coche, a menudo se observan autobuses y microbuses que
llaman la atención por su antigüedad y su ausencia de aire acondicionado, son
los transportes de los trabajadores de la construcción, que deben ser de los
más numerosos a juzgar por la fiebre constructora evidente se mire a donde se
mire, y los peor tratados en sus condiciones según cuentan numerosos informes
de organizaciones internacionales. Apenas hace un decenio que se empezaron a
permitir organizaciones sindicales, aún limitadísimas en su capacidad de
representación, completamente inútiles como interlocutores para la negociación.
Uno no puede dejar de pensar constantemente cómo se vive en
un territorio donde las libertades civiles y políticas más elementales brillan
por su ausencia, al menos en lo que a nuestra perspectiva occidental se refiere.
Nos enteramos por ejemplo que aquí las cónyuges de los expatriados que tienen
visado de trabajo deben ser “esponsorizadas” por sus respectivos maridos, lo
que se traduce en que necesitan permisos explícitos de estos para múltiples
cuestiones que no pueden considerarse sino como derechos fundamentales de las
personas. También nos cuentan que existen numerosos mecanismos, más o menos
oficiales, por los que se controlan y se cuidan muchas costumbres. Son
habituales los carteles en las entradas de los establecimientos en los que se
indica la obligación de vestir ropa adecuada y la prohibición de mantener
comportamientos explícitamente efusivos en público. Cualquiera puede denunciar
a cualquier persona por lo que considere un comportamiento inadecuado.
Aun así, Dubai pasa por ser el lugar con mayor relajación de
costumbres desde la perspectiva del Islam en toda la zona, me imagino que desde
otros países y emiratos de la península se le considera una especie de hijo
joven, acelerado y algo descarriado. La vida aquí para un occidental no resulta
excesivamente incómoda desde el punto de vista de la aceptación de las
costumbres. Sin duda mucho más para las mujeres, pero la situación, así nos
dicen, es mucho más llevadera que en aquellos otros lugares.
Estos días posteriores a la celebración de la independencia
llaman la atención la cantidad de banderas en las casas y en los edificios, en
muchísimos vehículos decoraciones con los rostros de los jeques y los colores
de los emiratos. Proselitismo popular y nacionalismo explícito y al parecer orgulloso.
Desde la piscina nos sorprendió un espectáculo aéreo de siete aviones (uno por emirato) que estuvieron cerca de un cuarto de hora realizando acrobacias sobre la playa desprendiendo los colores nacionales.
Este no deja de ser un lugar de emigración, apenas el 17% de la población es
autóctona, destacan las colonias de indios y pakistaníes, y otras también
importantes tanto procedentes del cuerno de África como del oriente más lejano,
como filipinos y malayos. Es relativamente habitual toparse con enormes
séquitos de “locales”, todos con sus inmaculadas “khanduras” y ellas con sus “abayas”
negras, miembros más o menos cercanos de la familia del jeque. En su porte, en
sus miradas y en sus gestos se puede apreciar que se mueven por un territorio
que les pertenece.
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